La flexibilización de los pliegos, condición necesaria para la liberalización y recuperación de la Tauromaquia

José Luis Benlloch comenta lo siguiente en Aplausos:

Los concursos de concesión de las plazas de toros es una de las cuestiones fundamentales y urgentes a resolver para asegurar el futuro de la tauromaquia. Un pliego que no se ajuste a la realidad socioeconómica del país o que se desentienda de la calidad de la programación o concebido con mentalidad exclusivamente recaudatoria, unas condiciones abusivas o que resten libertad de programación a los empresarios, son proyectiles apuntando directamente a la línea de flotación del toreo, enemigos incompatibles con el futuro de la fiesta. Se le puede pedir sacrificios y renuncias a las figuras y hay que pedirlas en la medida que exijan más allá de lo que aportan; se puede reivindicar un mejor trato fiscal de las administraciones; incluso cabe sentarse a hablar de los costos de las plantillas, en este caso cuadrillas; hay que exigir trabajo e imaginación a los propios empresarios; no se puede pedir más a los ganaderos que están ya al borde de la ruina total… se pueden adoptar las medidas que ustedes planteen, que si no se ajustan los pliegos, si no son sensibles a la realidad del mercado y a la coyuntura social a la que han llevado entre unos y otros la tauromaquia, será difícil que esta salga a flote. Estamos en manos de los pliegos, es la herramienta que está en el principio de todas las ayudas. Una de las plazas clave que los próximos días estará en el mercado es Valencia, pero hay otras grandes en el aire.

Comprobado el momento que vive la tauromaquia es además momento especialmente delicado. Del acierto de técnicos y políticos dependerá el futuro del toreo. Todo lo que sea un planteamiento mercantilista que no entienda los derechos de los aficionados y valore en su medida el impacto económico que suponen para la ciudad una ferias pujantes, llevaría al desastre. Es una obviedad que a plaza llena gana la ciudad y con ellos los hoteles, restaurantes, comercio… y los empresarios. Con arrendamientos desorbitados baja la calidad, se vacían las plazas y pierde todo el mundo. Incluido el reconocimiento de quienes lo promovieron. Experiencias ruinosas donde sólo se miró el canon hay por doquier en España. No son opiniones ni teorías, son hechos contables, el impacto sobre la ciudad de una feria como la de Bilbao, hay estudios recientes, es de doce millones de euros en una semana, dinero que si no entra falta y que en Valencia no debe ser menor.

También hay, felizmente, ejemplos contrarios. Grandes plazas, Olivenza nacida de la nada, Málaga, Granada, Alicante, Zaragoza, que apostaron a realismo y comienzan a sacar cabeza. Entendieron que los años de las instituciones con mentalidad de caseros gruñones pasaron a mejor vida. Sería bueno, imprescindible, que las respectivas propiedades entiendan la gestión de las plazas como algo más que herramientas recaudatorias en si mismas, en todo caso que la vean como instrumento dinamizador de la economía de las ciudades. Y de nada valdría todo lo anterior si la clase empresarial todo seguido se precipita en ofertas dislocadas hasta la temeridad como ya ha ocurrido en ocasiones, en que pliegos razonables los convertían en quimeras de imposible cumplimento.

Paco Mora comenta lo siguiente en Aplausos con relación al pliego de Albacete:

La novillada de preferia de Albacete, perpetrada con nocturnidad y alevosía, fue, como viene siendo habitual, un fracaso económico. Menos de trescientos espectadores bostezaron en los tendidos de la Plaza de la calle de la Feria desde las diez y media de la noche hasta pasada la una de la madrugada. Pese a lo cual el Ayuntamiento –dueño del inmueble, con permiso del pueblo que es quien pagó su construcción- continúa empecinado en su celebración.

Es un espectáculo que nació mediado el siglo pasado para celebrar taurinamente el día de San Juan, Santo Patrón de la ciudad. Con el paso del tiempo, la eclosión del automóvil y la bonanza económica, el público tiró hacia las playas y al espectáculo sanjuanino acabaron asistiendo solamente los músicos y los toreros. En vista de lo cual, el Ayuntamiento, prescindiendo de la opinión de los expertos en el tema, tuvo la idea genial de endosarle el muerto a la empresa vigente pasándola a los días previos a la Feria, echándole un gravamen más sobre sus hombros. Con lo cual lo único que consigue es obligar a los adjudicatarios a que comiencen el serial con cerca de 50.000 euros de pérdida. Un auténtico sin sentido muy propio de quienes todos juntos y uno a uno –me refiero a ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas– tienen con su avaricia recaudatoria la mayor culpa del peligroso estado actual de la supervivencia de la Fiesta de los Toros.

De nuevo, Benlloch toca el tema en Aplausos, ahora en relación con el pliego de Valencia:

Con el nuevo pliego de Valencia se aprecia un sensible intento de actualización pero aún así tengo la sensación de que no se ha acabado de aprovechar la oportunidad para darle a la plaza un empujón hacia la superficie de la realidad. Me consta que al diputado Isidro Prieto, técnicos y timoratos, gente nada comprometida con la Tauromaquia, más amiga de la tranquilidad institucional del que no digan, que de la apuesta, no le dejaron ir más allá en la mejora y el resultado es una pena de consecuencias imprevisibles. Me explico. Si decimos que el canon ha bajado de cuatrocientos mil a doscientos mil suena bien pero es una verdad a medias teniendo en cuenta que esos doscientos es cifra de partida que sólo la imprudencia empresarial sabe dónde acabará, pero si miramos alrededor suena a coste excesivo si es que no entra en el territorio de la ofensa.

Para entender mi lamento basta con preguntarse a cuántas actividades culturales, aquí y allá, en cualquier parte de España, les cobran las respectivas administraciones canon o alquiler que viene a ser lo mismo. Sin salirnos de Valencia podríamos preguntar lo que cobra la Generalitat o la misma Diputación o el Ayuntamiento por el Teatro Principal, el Palacio de la Ópera, el de la Música… la pregunta es capciosa por sabida, no cobran porque no alquilan y entonces hay que preguntarse cuánto les cuesta a ellos, es decir a nosotros y no me parece mal, cada localidad ocupada. No hagan la cuenta, no comparen, porque se cabrearán. Ya ven, no les cobran pero sí pagan gestores y además asumen la responsabilidad directa del balance final. En el toro en cambio cuando decimos que se avanza, significa que hemos conseguido que en principio se pague menos. ¡Oooooh!

Naturalmente no estoy defendiendo los dividendos de los empresarios, estoy defendiendo la calidad del espectáculo: la correlación es fácil de entender, a mayor posibilidad económica mayor posibilidad de montar carteles de interés y hay interés o no hay público y si no hay público vienen los que todos sabemos y plantan la bandera del abolicionismo con toda la tranquilidad; y estoy defendiendo también algo tan actual como la necesidad de dinamizar la economía de las ciudades, no se puede obviar que una feria buena, una feria con interés pone en marcha una ciudad. En Valencia pasó no hace tanto en la depauperada Feria de Julio a la que de un día para otro le quitaron cincuenta años de decadencia para gozo de hosteleros, comercios y demás sectores paralelos. Ahora en Valencia han puesto al fresco esa posibilidad por doscientos mil euros que no son nada en los presupuestos provinciales, mucho menos, la mitad de lo que cuesta un partido de básquet en Castellón, dicho como ejemplo porque lo han pagado. También podríamos decir que esa política discriminatoria nos convierte a los aficionados en ciudadanos de segunda si nos comparamos con los que acuden a otros a centros culturales, pero eso ya hace tiempo que lo sentimos en carne propia. Dicho lo dicho y como preguntar no es ofender: ¿Para qué declararon la Tauromaquia bien de interés cultural?… ¡Auuuuuuuh!

Por lo demás el pliego cuida la Escuela con vacas y festejos que es la manera más noble de subir el canon; reduce el número de festejos, lo que alivia a abonados y empresarios a la espera de que haya más madera en el escalafón a riesgo, eso sí, de dejar la temporada capada; y reduce sensiblemente la posibilidad de licitar bajo el argumento de viejas y poco afortunadas experiencias.

Y si le he dedicado este espacio al pliego de Valencia, más de uno se lo preguntará, es porque Valencia sigue siendo, esperemos que por mucho tiempo, pieza clave en la temporada española y porque eso mismo vale para todos los pliegos de España.

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