En los años 60 se empezó a hablar del grado de «toreabilidad» de las ganaderías. ¿Es posible ponerle cifras a este concepto? Una aproximación puede ser el cálculo del porcentaje de orejas cortadas sobre el total de toros lidiados. Este cálculo no es perfecto, porque un fallo en la suerte suprema implica perder los trofeos y porque la calidad del toro no siempre resulta aprovechada por el torero, pero al menos nos sirve como aproximación.
Por tanto, si hacemos ese cálculo, vemos que las dos ganaderías que lideran el escalafón son también las que obtienen una nota más alta de «toreabilidad» en las corridas de los grandes circuitos. Hablamos, claro está, de los hierros de Garcigrande-Domingo Hernández y Núñez del Cuvillo, que obtienen tasas superiores al 40% en el cociente toros/orejas.
En el top 25 nos encontramos también con los fantásticos números de Núñez de Tarifa (57,6%), Montalvo (43,6%) o Torrealta (48,7%). También destaca la dificultad de cortar orejas con los hierros toristas por excelencia: 26,7% en el caso de Victorino, 22,7% en el de José Escolar, 18,2% en el de Adolfo Martín, 15,5% en el de Baltasar Ibán y 13,4% en el de Miura.
Sin duda, todas estas ganaderías están en la élite porque cuentan con el respaldo de toreros, empresarios y público. En algunos casos, su mayor grado de «toreabilidad» apunta a una mayor presencia en carteles de figuras, más orientados al toreo de corte estético y artístico. En otros casos, un porcentaje más reducido apunta a corridas de sello torista, en las que la épica ante la fiereza se convierte en el centro del espectáculo.
Las orejas no tienen nada que ver con la toreabilidad…. los toros pinchados?
Ya está comentado en el artículo: no es una medición perfecta precisamente por eso, pero sí sirve de aproximación al concepto, que en cualquier caso no es matemático sino apreciativo.